Cámara apagada
La virtualidad es constante
El uso de aparatos tecnológicos ha ganado más y más terreno en los últimos años. Los usuarios han pasado de usar a ser usados por la tecnología. Las prótesis tecnológicas son inclusivas, no excluyen a nadie. ¿Por qué son tan atractivas? El poder de seducción y la debilidad del usuario es lo preponderante.
Tap tap a la pantalla es la forma más frecuente de comunicarse en la actualidad: comprar, aprobar, visitar, buscar. App app, sonido similar, es mínimo, casi natural, al igual que Tik Tok ¿No habrá ahí cierto hipnotismo circular? La aparente insignificancia resulta siendo influencia fundamental, procurando no poder escapar del círculo.
Lo cierto es que la presencialidad también es virtualidad. Trabajadores, asistentes a una conferencia, alumnos, profesores, desaparecen tanto en modo presencial como en el virtual. El ausentismo físico es prolijo en ese sentido.
Desde luego, la virtualidad, entiéndase mantener la cámara apagada, ha potenciado el efecto de invisibilización del usuario. Es una oportunidad para realizar cualquier actividad, excepto la que se supone debería realizar: estar presente y prestar atención durante la sesión.
Las excusas comunes son: tengo problemas con el internet, el Zoom me botó, el Zoom está fallando, no tengo cámara, no tengo datos, se acabó la batería y, en el límite, no estoy presentable. Es posible que algunas o una o todas sean ciertas, pero no hay manera de saberlo y tampoco tiempo para corroborarlo. La virtualidad es ilimitada.
Es natural e incluso comprensible perderse y divagar durante una sesión presencial. Siempre lo fue. Claro, existían menores elementos distractores. Con el paso del tiempo hubo que acostumbrarse a la aparición de celulares y su uso vertiginoso mientras atendías clases.
Luego acontecieron los dispositivos que nos excluyen del mundo que habitamos y nos insertan en ellos. Ahora tenemos la desaparición, la pantalla en negro, el silencio, la desatención, el (des)interés, el hacer algo más.
Sin embargo se pretende decir que sí están presentes. Ingresar a una reunión virtual para los defensores de tal postura, es suficiente para estar. Se diría más bien que ingresan para (des)aparecer, para que aparezcan y parezca que están. Del mismo modo que hay asistentes que ingresan a un aula física y su presencia es fantasmal. Llegan para volverse virtuales.
No esperamos que todos los asistentes enciendan sus cámaras, tampoco que ante el pedido de hacerlo lo hagan. Hablamos de los diversos ángulos de virtualidad en nuestras vidas y del gran espacio perdido de la realidad.