¡No lean libros por favor!
Sabiduría juvenil: profe ¿para qué leemos?
En el mundo actual, el hábito de la lectura es una rareza. Uno corre el riesgo de ser identificado y tildado de sospechoso, cuando no de desequilibrado. A continuación, algunos consejos saludables sobre el valor de no leer libros.
El mundo es simple, sus habitantes también. Complejizarlo es un ejercicio innecesario y aburrido. Si aun así, desea hacerlo, buena suerte.
Los lectores corremos el riesgo de ser vistos y, lo que es peor, ser identificados como tales: alienígenas con alto contenido peligroso.
Si usted no lee, un amplio espectro de posibilidades redituales se abre a sus pies: influencer, pseudo profesional, fundador de universidades, autoridad, entrevistador, creador de tesis fantasmas, pseudo político, modelo, actor, director de cine, fundador de restaurantes, presentador televisivo. La lista es larga, los beneficios aumentarán a medida que la cantidad de páginas no leídas vaya en sentido horario.
Los árboles son verdes y marrones, las nubes celestes, las sonrisas más frecuentes y duraderas, los fracasos no existen. La vida es así, siempre lo fue y continuará de ese modo. Dejemos girar al mundo con naturalidad, no hay necesidad de darle más vueltas a algo. Las cosas son simples.
Ojo! Tal vez lo más peligroso sea reír mientras pasamos páginas. La gente mirará desconfiada. Algo no anda bien con ese tipo. Es natural reír a solas mirando la pantalla de un celular. Todos lo hacen. Más bien no hacerlo sería una rareza.
Divertirse es sinónimo de aburrimiento, salvo que siga la tendencia y los ataques virales del mundo digital. Si en caso llegue un ejemplar a sus manos, los errores y el azar son frecuentes en nuestro país, hay libros a diez soles, arrójelo al mar, escóndalo en un bosque. Elimínelo.
Si busca garantizarse un saludo del vecino, popularidad inmediata y, lo más importante, reciprocidad por parte de los demás, evite contacto directo con ese objeto rarísimo llamado libro y, sobre todo, por ningún motivo intente pasarla bien.