Normalizado
La palabra normal viene de norma
Una norma cumple la función de hacer lo que por naturaleza los sujetos sociales no pueden: hacer lo correcto. Una vez interiorizadas ellas son normalizadas, es decir, devienen normales. Ya no es necesario forzar su cumplimiento. Los actores han asimilado las reglas y las cumplen.
Por décadas la cultura limeña y sus habitantes han privilegiado prácticas vinculadas hacia lo incorrecto. Hacer lo debido parece casi un imposible en Lima. Hablamos de un acomodo ético según las circunstancias y los involucrados.
Desde hace algunos meses, no obstante, hemos visto una nueva dimensión: la institucionalización de la improvisación, las negociaciones suspicaces, los silencios, la ausencia de profesionalismo y comunicacional y, sobre todo, la no existencia de transparencia en las propuestas llevadas a cabo como parte de la política oficial.
Hemos pasado de la creación de una norma y esperar su normalización, a la simple e inmediata normalización de prácticas orientadas a lo informal. La práctica justifica la propia normalización y la normalización la propia confirmación de la práctica.
Eso sugiere, por ejemplo, que robar no es robar siempre y cuando lo realice un miembro en particular. Mentir no es faltar a la verdad, en caso involucre a personajes vinculados a un entorno privilegiado. Callar no es callar, solo si quien lleva a cabo tal acción pertenezca a una cúpula especial.
El daño mayúsculo recae sobre la naturalización de estar vinculado, sea como agente pasivo o activo a actos sospechosos, luego negarlos y seguir como si todo fuese normal.