Estrategia
Las (co)incidencias no existen
Durante una sesión de preguntas, una forma de evitar responder es el silencio. Otra es a través de evasivas y para esto se utilizan muletillas y frases comunes.
A continuación las más saltantes: no puedo precisar; no recuerdo; desconozco mayormente; mmm, no lo recuerdo; me reservo de responder; eso tendría que responderlo él; tendría que preguntarle a ella; no hay por qué mentir; varias veces, no puedo precisar; creo que; no le entendí ¿podría repetir?
A su vez, hay características sobresalientes. Una es la contradicción: primero dicen A, luego B y finalmente C. De ese modo levantan sospechas de la fidelidad de las repuestas y, naturalmente, del testimonio que ellas buscan construir. Normalmente se dan luego de una repregunta.
Otra es el balbuceo: las frases se atropellan, no hay ilación en la declaración, abundan las frases inconclusas. El nerviosismo reflejado en el tono de voz y el carraspeo hacen dudar de la legitimidad y espontaneidad de la respuesta.
También es frecuente irse por las ramas: se ofrecen detalles innecesarios, se omite data relevante. Hay un claro deseo de despistar al interrogador y así alejarse de responder.
Al observar distintos testimonios hay cuestiones en común. La totalidad de respuestas apuntan a evitar responder de manera clara y directa. De ese modo buscan maquillar una respuesta que no desean dar. Es la misma estrategia: esconder lo que saben. Es necesario aparentar y encubrir a alguien más.
En coro mencionan el engaño, la exageración de la prensa, así como la voluntad de perjudicar al gobierno de turno y, desde luego, la negativa a evitar responder.
Las circunstancias que rodean a los involucrados son curiosas. Abundan coincidencias imposibles, razones desconocidas e injustificables. Tanta fidelidad llama la atención. Alguien o un grupo particular se beneficiará con tal concertación prevista.