Vida sin metas
La vida consiste en vivir cada instante y no dejarse vivir por una réplica
El control de las personas es una premisa del siglo XX. El desarrollo paulatino de las tecnologías apunta a eso: un entusiasmo por el ala más conservadora, tal vez ingenuidad en el fondo y un temor latente por el otro extremo, la vida de los ciudadanos al alcance de la mano y a la distancia de un click.
Es cierto, la tecnología trae una serie de beneficios paulatinos y tangibles. Cada vez se han ido reproduciendo y acelerándose más y más. Medicina, tecnología, investigación y educación. Todos ellos bien orientados, sin lugar a duda, representan un lado positivo.
Al mismo tiempo tenemos un deseo controlador omnívoro de las grandes corporaciones, concentraciones de poder y del consumo. De modo que del ciudadano se pasa al consumidor sin darnos cuenta. Bueno, la idea es esa. Todo se trata de una tendencia, de incorporarse a las nuevas reglas de juego.
Situación lúdica que por cierto nada de novedosa tiene. Se trata de ampliar el juego. De llevarlo al límite y de hacer creer que todos somos parte de él: jóvenes y adultos mayores a través de una retórica infantil. El creador de esta nueva realidad pretende deslumbrarnos con algo ya visto. La vida como juego y el juego de la vida: la mirada del niño vista como objeto maleable al antojo del creador.
Eso implica controlar cada acción y pensamiento al antojo de cada jugador. Un momento, algo no anda bien. La idea es que tengas esa sensación pero que en el fondo sigas el patrón que el prestidigitador ponga en curso. Él controla lo que haces.
Ya no se trata de ocultar la estrategia, sino de mostrarla. Ponerla en marcha implica decirte que puedes jugar y que sería aburrido no hacerlo. La libertad estaría al alcance de tu mano. Serías el propio dueño de tu destino.
Dos aspectos cruciales: ignorar el nuevo universo sería un error. La mayoría tenderá a él, aquellos que optan por no incluirse serán devorados por la avalancha de la tendencia telemática o vapuleados de crítica.
Y lo último: si bien la tecnología avanza a pasos agigantados y el ser humano no es capaz siquiera de digerir los cambios, es penoso observar la realidad y ser utilizados para volverla caduca. La vida cobra sentido como reflejo y vivencia del instante. Vivir es involucrarse con los procesos, ser parte de ellos: amar, abrazar, enseñar, llorar, reír, entre otros. En vez de experimentar de manera simultánea un todo.