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Consumo y tristeza

Compro, luego existo

Christopher Rojas

Publicado: 2021-09-13


El consumo está muy ligado a la ausencia de algo. Consumimos para cubrir un vacío. No obstante, el servicio o productor adquirido no está directamente relacionado con la satisfacción buscada. Se trata de un placebo que el consumidor asume como panacea. 

Suena bastante obvio afirmar que consumimos para llenar un vacío o que lo hacemos porque requerimos sentirnos llenos de algo. Pero es necesario afirmarlo para darnos cuenta de las implicancias al momento de consumir y lo que origina tal acción.

En un contexto pandémico y globalizado, la sensación de ausencia y orfandad también es contagiosa y global. Las personas tienden a sentirse más solas a medida que se alarga el encierro, en especial si atraviesan esta experiencia en soledad.

De ahí surge precisamente esta necesidad imperiosa de sentirnos acompañados disfrazada en forma de adquisición. También el evadirla a través de la actividad del propio consumo. Se consume para cubrir el tiempo y para justificar nuestra existencia.

La tristeza es un sentimiento muy ligado al hombre y muy remoto también. No obstante, por contradictorio que parezca, su apogeo se centra en la visibilización y popularidad del consumo, es decir, en el siglo XX.

La hiper tecnologización, el sistema de la moda, la publicidad, las redes sociales y los medios masivos, refuerzan la idea de tener que hacer algo para sentirnos realizados, así como la orfandad en la que se encuentra sumida el mundo contemporáneo.

La vida solo cobraría sentido a través del uso de una tarjeta de crédito, de un código de barras, de devenir consumidor. Irónicamente, es en la propia despersonalización del sujeto que la existencia de una persona es provista de sentido.

Ya no hablamos de ciudadanos, sino de usuarios. El sistema imparable de producción de imágenes incita a devorar más y más las señales del estilo del mundo como fórmulas infalibles de inserción en la sociedad.

Puede sonar simplista decir que la tristeza debe ser combatida con una búsqueda de elementos sólidos y menos ligados al consumo material. Lo cierto es que este crea un pozo mayor a medida que nos adentramos en él. Y así garantizamos nuevas cuotas de tristeza en nuestras vidas.

Nunca podremos combatir la tristeza del todo, está demasiado ligada al ser humano, pero sí es posible encontrar hábitos efectivos que fomenten áreas y modos de sentirnos más vinculados a nosotros mismos y a nuestro entorno. En lugar de intentar evadir la tristeza vía una satisfacción pasajera, busquemos un sentido a la vida, afrontemos la primera como una sensación necesaria y desde ahí tomemos impulso.


Escrito por

Christopher Rojas

Profesor de la Universidad de Lima. Doctor en Filosofía por la Universidad Mayor de San Marcos. Autor de Sentencias personales.


Publicado en

Observaciones personales

Licenciado en Comunicaciones y profesor de la Universidad de Lima. Doctor en Filosofía por la Universidad Mayor de San Marcos.