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Teoría y práctica

Leer mucho te aleja del mundo, tener solo buenas intenciones y conocimientos pragmáticos, también.

Christopher Rojas

Publicado: 2021-08-05




En el mundo del conocimiento y por ello debemos entender lo aprendido en la academia o a través de la experiencia, hay tres cuestiones que merecen mención: centrarse casi exclusivamente en elementos teóricos, priorizar lo empírico o buscar una opción intermedia que equilibre las dos anteriores.

Durante la pandemia circulaba un meme mostrando lo siguiente: para ser profesional, primero hay que ser buena persona. Si ahondamos al respecto, podríamos llegar a algo más general todavía: lo que importa son las intenciones y si estas son buenas, el resto vendrá por añadidura.

¿Es posible saber que las ideas de alguien son las correctas o responden a un proceso reflexivo - previo? Cuando un político, vocero oficial, periodista, líder de opinión o ciudadano de a pie, declara sobre un tema, no parece haber mucha rigurosidad en lo que dice.

Sin embargo, si nos centramos, sobre todo, en actores políticos, hay dos vertientes que llaman la atención y despiertan preocupación: aquellos que evidencian un gran desconocimiento sobre el tema que se espera dominen, por extensión inconsistencia en su discurso y, al mismo tiempo, los otros que, teniendo conocimiento e información, no son capaces de aterrizar las ideas.

El primero caso cae por su propio peso, no bastan buenas intenciones y tampoco ser buena persona para garantizar el óptimo desempeño de sus decisiones y actividades. Y en el segundo caso, los personajes permanecen vividos por sueños anquilosados. Las ideas profesadas no serán puestas en práctica. Lo que creen saber es una parte infinitesimal del mundo real – cotidiano.

Desde luego, siempre es delicado afirmar que si alguien no tiene formación académica y tampoco laboral sobre determinado tema, no es la persona idónea para ocupar un cargo y debe mantenerse al margen. ¿Por qué´? Porque uno puede ser calificado de segregacionista. Sobre todo si los involucrados no son “conocidos” en el medio o, mejor dicho, (re)conocidos y representan, es pertinente recordarlo, un viraje étnico, "técnico" y político distinto al “dominante”.

Y lo que termina de redondear esta sensación de extrañeza al escuchar una declaración es un discurso ambivalente, producto más del momento. Tener que decir algo porque el interlocutor tiene un micrófono delante.

Aplicado a la coyuntura política actual tendríamos lo siguiente: si hablo me criticarán, entonces mejor no brindo declaraciones. La otra opción es: y en caso sea forzado a declarar, respondo con evasivas. 

Las personas que incurren en tal salida bipolar muy probablemente ignoren su propio escape y, desde luego, tampoco vean el alcance de sus propias declaraciones. 


Escrito por

Christopher Rojas

Profesor de la Universidad de Lima. Doctor en Filosofía por la Universidad Mayor de San Marcos. Autor de Sentencias personales.


Publicado en

Observaciones personales

Licenciado en Comunicaciones y profesor de la Universidad de Lima. Doctor en Filosofía por la Universidad Mayor de San Marcos.