Debatir el debate
¿Qué queda después de finalizado un debate?
Decir que los electores se formarán una opinión a partir de un debate suena demasiado entusiasta. En realidad, ellos ya eligieron e incluso ya votaron. De modo que lo que sucede en un debate o, mejor dicho, lo que ellos ven, es solo una confirmación de lo que ya tienen en mente.
Si un elector desea votar por X, el debate será interpretado como una derrota de Y. Incluso si es evidente que el primero ha perdido. Se trata de corroborar lo que uno está empecinado en seguir creyendo. En este caso, la realidad no es lo externo, sino la falsa convicción del ciudadano. De igual modo, en caso Y no fuera ganador, habrá que seguir creyendo lo contrario, es decir, que sí ganó.
Naturalmente, los ecos no se harán esperar. Analistas, periodistas, comentarios en medios de comunicación y redes sociales se irán alineando a las expectativas de cada vocero. No lo olvidemos, ellos también tienen una posición, la objetividad hace mucho que dejó de existir. Ellos al manifestarse se inclinan, en mayor o menor medida, hacia una tendencia.
Es interesante pensar en un debate, porque a fin de cuentas, el debate televisado de los candidatos no representa el supuesto debate interno de cada elector, a saber, una lucha que refleje el no saber por cuál de los candidatos votar y, finalmente, decidirse por uno de ellos. A lo mejor en el fondo, ellos ven el debate más por tendencia que por una expectativa de encontrar información valiosa y un eventual giro en su elección.
Hay pocas posibilidades de que la audiencia experimente un vuelco de 180 grados. Hay mayores de que no sea así. Y de darse un quiebre intempestivo en los indecisos, es poco verosímil imaginar que se atribuya a una exposición de ideas de alguno de los candidatos. Se cree, por ejemplo, que una acto delictivo necesariamente tendrá una crítica negativa por parte de la sociedad. Y, consecuentemente, no votar por el perpetrador.
No dejemos de lado, tampoco, los que ya tienen decidido por quién votar pero prefieren reservarlo para evitar una sanción social: el llamado voto escondido. Y de manera inversa, los que dicen haber elegido al contrincante de su preferencia, también para apaciguar una posible crítica.
Al final, los ciudadanos seguirán creyendo aquello en lo que quieren creer; los periodistas seguirán informando sobre lo que es materia noticiosa; los analistas políticos serán consultados sobre lo que se supone saben. El mundo, la realidad y lo real no es algo externo, sino un cúmulo informativo que seguirá girando en la cabeza de cada habitante del país.