¿Qué es una encuesta?
Un instante, una micro radiografía de un momento, un número, una cifra
Es comprensible que el hombre busque controlar la información que hay en el mundo. La sistematización de experiencias es una labor constante, el deseo de pretender acceder a ella y, de algún modo, registrarla.
La data cuantitativa es resultado de la aplicación de fórmulas y cálculos que contemplan un margen de error. No se parte de este, sino se le combate. La estadística es la encargada de representar o llevar a un lenguaje computable datos que, de otro modo, serían inaccesibles para el ciudadano de a pie.
En ese sentido, las encuestas preelectorales sirven, principalmente, a los analistas políticos y estudiantes como un souvenir de alguna radiografía del momento. Tal vez para almacenarse en los anaqueles de alguna biblioteca. Es un selfie ya pasado de moda. El periódico de antes de ayer. No olvidemos, ellas viven en el pasado.
Sin embargo ¿a quién beneficia una encuesta antes de la contienda electoral? ¿Cuál es el propósito de ella? En principio reflejar una porción infinitesimal de la realidad. Pero su impacto no es tanto lo que ella muestra, sino lo que a partir de ella se genera, es decir, corrientes de opinión, un ruido de urna y, finalmente, una tendencia.
La encuesta en sí misma no tiene ningún valor si no impacta. La encuesta implica una audiencia ávida de informarse y formarse una idea de cómo van los datos en un momento específico. Pero la población generaliza y olvida y recordará los últimos datos mostrados.
En consecuencia, no se trata de llevar a cabo muchas encuestas para reflejar distintos momentos, sino de dejar que la gente encuentre sus caminos para elegir basándose en cierta convicción. Ellas plantean un panorama que, si bien puede ser cercano, más que reflejar una posible intención de voto orienta y dice quién va a la cabeza y quién no. Los resultados, al hacer eco de una muestra, crean un clima, una atmósfera propicia para un acontecimiento esperado pero que es presentado como natural.
En nuestro país, los electores deben elegir a alguien, no pueden evadir esa responsabilidad. Sin embargo, eso contrasta con la poca predisposición de cumplir con ese deber. En ese sentido, cobra vital importancia el rol de las encuestas en tanto pasan, con relativa facilidad, de ser meros informes de instantes a decisores rotundos de indecisos y desinformados.