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Interpretar lo interpretable

Un dato estadístico es una instantánea del momento

Christopher Rojas

Publicado: 2021-04-13


Hay una constante en algunos círculos académicos y voceros oficiales: la realidad es un dato estadístico, una cifra, una fórmula. Eso quiere decir que el resto de información alejada de esa postura no existe o no es real.

Sin embargo, a pesar de ellos debemos decir que abundantes datos en el mundo dicen lo contrario. Claro, no aparecen en libros, tampoco son registrados vía encuestas, ni comunicados por líderes de opinión. Mucho menos difundidos a través de medios de comunicación o viralizados en redes sociales.

Pareciera entonces que la frase ver para creer se hace evidente. Si alguien lo ve o, mejor dicho, si es visto por una masa, es, de lo contrario será sepultado en el pasado. Olvidando que el mundo es más que una radiografía del momento. La realidad no son los likes ni los stories ni los lives, tampoco los resultados de sondeos, sino la vivencia de cada uno.

Y si hablamos de nuestro país, la situación es mucho más compleja aún. La diversidad y pluralidad de tendencias culturales y de pensamiento es tan amplia que, defender a medias una postura, fomenta el apoyo indirecto de lo que inicialmente queríamos rechazar. Por si fuera poco, siempre hay elementos no computados ni por la estadística ni por los especialistas en campañas. El marketing no alcanza la velocidad de las dinámicas al paso.

Al mismo tiempo, hay voces que durante décadas han clamado por ser escuchadas y grupos minoritarios dominantes. Tampoco dejemos de lado a los que decidieron no elegir a ningún candidato. En el fondo, sin embargo, la larga lista de postulantes a la presidencia no refleje tanto la variopinta política nacional como el querer llevar agua para su propio molino. Podría agruparse en dos o tres aspirantes las propuestas de todos ¿Habrá sido pensado de antemano los resultados de la primera vuelta?

En un país fragmentado, de muchas sangres, pero al parecer no de todas, el deseo individual de cada contendor terminó minando su propia propuesta y fortaleciendo al otro. Ahora se tendrá que elegir al mismo, es decir a un otro, al rival. El precio de no haberse despojado de sus intereses personales los obligará a aliarse a su contrincante o supuesto enemigo. Y en el caso de los electores lo mismo, escoger nuevamente a alguien por descarte.


Escrito por

Christopher Rojas

Profesor de la Universidad de Lima. Doctor en Filosofía por la Universidad Mayor de San Marcos. Autor de Sentencias personales.


Publicado en

Observaciones personales

Licenciado en Comunicaciones y profesor de la Universidad de Lima. Doctor en Filosofía por la Universidad Mayor de San Marcos.