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Identidad y comunicación

Dos asertos son cruciales sobre la pandemia: la comunicación de un mensaje debe ser efectiva y la identidad del limeño es compleja

Christopher Rojas

Publicado: 2020-08-24


Comunicación clara, breve y directa. Abandonemos la idea de un mensaje auto suficiente. La comunicación no garantiza el cumplimiento de la información contenida en ella. Si bastara con decir algo para lograrlo, el mundo sería distinto.

A lo anterior hay que agregar la complejidad de la identidad del limeño. Tal construcción existe, por lo menos, desde la fundación de la República del Perú. Aquella es maleable y transgresora por definición.

Es importante, como indican algunos trabajos respecto a los quiebres a la norma, señalar los tipos de ciudadanos que hay en la capital. Pero es insuficiente si tomamos en cuenta que la cuestión de fondo no es solo quiénes acatan los mandatos y quiénes no, sino también el cómo, cuándo y dónde, al margen del distrito de procedencia, la formación y prácticas sociales.

Concluir que algunos habitantes tienden a la transgresión y otros no, es arriesgado. Sería más fructífero incidir sobre las circunstancias que dan pie a que muchos quebranten la ley y, en qué condiciones, el grupo considerado improbable de violentarla, perpetre un descalabro regulatorio.

Se dirá que esas son excepciones y por eso tienen poco valor dentro de una mirada macro. Lo cierto es que el investigador debe despojarse de sus prejuicios y ver no solo lo que espera encontrar sino también lo inesperado. Deshacerse de sus anteojos empañados es una alternativa.

Añadamos que la identidad del limeño es parte de un proceso histórico, social y antropológico en constante construcción. Por eso no puede determinarse de modo categórico una sola lectura frente a la pandemia. Y tampoco una solución. Se corre el riesgo de estereotipar a determinados grupos considerados marginales por un sector intelectual que, en aras de proporcionar una mirada, termine ensanchando las diferencias entre grupos sociales.

Lo ideal es trabajar desde frentes multidisciplinarios, incluir psicólogos, antropólogos, sociólogos, filósofos y comunicadores. Las interpretaciones de ellos deben converger en posibles alternativas de solución y la posterior vehiculación de los mensajes. De manera que pudiera vaticinarse, de algún modo, el desempeño de los ciudadanos.

Obviamente no basta con multas y mensajes punitivos. Si fuese así, la delincuencia, por ejemplo, ya hubiera sido combatida, por lo menos, hace treinta años. Hay que adelantarse a las interacciones de los limeños, predecir sus movimientos, lamentablemente ya no hay tiempo para estudiar sus lógicas. Tampoco se puede esperar que un cambio de autoridades políticas redunde en cambios significativos. Ellos responderán a otros intereses y brillarán por el desconocimiento de la ciudad y los ciudadanos.

Ya se ha dicho que la identidad del limeño está muy ligada al comer, beber y hablar. Agregaría que lo espacial es clave. Hay que poner en marcha estrategias concentradas en el espacio y las actividades, por más banales que parezcan, de los limeños. Tarea ardua pues por décadas las políticas de gobierno y los trabajos teoréticos han soslayado sectores marginales y sus prácticas sociales cotidianas.


Escrito por

Christopher Rojas

Profesor de la Universidad de Lima. Doctor en Filosofía por la Universidad Mayor de San Marcos. Autor de Sentencias personales.


Publicado en

Observaciones personales

Licenciado en Comunicaciones y profesor de la Universidad de Lima. Doctor en Filosofía por la Universidad Mayor de San Marcos.